lunes, 19 de septiembre de 2011

Migas de esperanza - 1ª parte

Tras la larga espera en la cola para pagar el pan, Rosa se desquitó de su chaqueta y la tiró en la papelera más cercana. No tenía mucho sentido ser cívico en una ciudad cuyos basureros llevaban casi dos semanas de huelga; pese a ello prefería cumplir con las normas conocidas. Siempre había sido muy meticulosa al respecto, pues el hecho de no seguir los pasos que la autoridad mandaba había significado horas de castigo encerrada en la mohosa despensa de su casa.



Ahora ya era una mujer adulta y se encargaba de la educación de sus propios hijos, por supuesto no de la forma que lo hizo su padre, pero sí que estaba decidida a castigar comportamientos poco rectos.



Iba de vuelta a su casa, un piso de obra nueva en una buena zona. Ella, su marido y sus tres hijos disponían de ropa nueva, un coche de gama alta y, sin embargo, no se habían librado de las escasez de alimentos que estaba matando a todo el mundo.

Unos metros más adelante, poco antes de girar la esquina que la llevaría a su calle, Rosa vio dos hombres desgarrándose las carnes con cuchillos por un pedazo de carne podrida que había cerca de ellos. El miedo la paralizó. Si la veían irían a por su barra de pan. Si se la quitaban sólo Dios sabía cuándo volverían a comer. Debía retroceder con disimulo y coger otro camino de vuelta a casa.

Su lentitud fue su perdición; los dos hombres la vieron. Jadeaban y tenían una mirada de bestias. De repente echaron a correr en su dirección dispuestos a matarla si era necesario.

Cuando los tenía apenas a un metro de distancia y pensaba que aquel sería su fin, las dos fieras empezaron a golpearse mutuamente. Estaba claro que no querían compartir el botín; quizás ambos tenían una familia numerosa a la que alimentar. Ocho o diez hijos desnutridos que esperarían en casa a que papá consiguiese algo de comer; o quizás preferirían abandonar a los suyos y engullir todo el alimento; de todas maneras unas migajas no les salvaría la vida, quizás retrasaría su muerte un día o dos más. El caso es que la desesperación de ellos fue su salvación. Aprovechó la ocasión, se descalzó para poder correr sin tropiezos y, esquivándolos justo a tiempo de que no la atrapasen cuando la vieron pasar, consiguió recorrer el poco trecho hasta su casa antes que los perseguidores le diesen alcance.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Cuento 1: La Biblioteca - 5ª parte (desenlace)

Susana abrazó a su hijo con todas sus fuerzas, después apareció Jaume y ambos se disculparon por no haber llegado a tiempo a buscarlo. Esperaron a que llegase el enfado de su hijo, que les gritase, que les odiase... pero seguía inmóvil. No había parpadeado desde su llegada y los labios entreabiertos no emitían ningún sonido.
Se miraron. Jaume tomó la iniciativa:

- Marcos, tu madre y yo... te queremos mucho. Los dos.

No hubo reacción. Susana empezaba a desesperarse, así que se lanzó en la búsqueda de una respuesta:

- Cariño, papá y yo ya no viviremos juntos. ¿Me oyes?

Ni una palabra de las que habían pronunciado sus progenitores surtía efecto. Marcos quería mirarles, asentir, abrazarlos... todo le daba igual, no estaba enfadado. Quería explicarles lo que le había pasado y que le consolasen. Necesitaba los mimos de sus padres; quería olvidar lo pasado y sentirse vivo, pero no conseguía que su cuerpo obedeciese las órdenes motoras. No podía llorar siquiera.

Montse miraba con espanto desde detrás de la sección de ciencia ficción el espectáculo que se mostraba. Se sentía impotente, no podía hacer absolutamente nada.

Jaume perdió los papeles, gritó y ordenó que les hablase. Pero fingir que la parálisis de su hijo era fruto del mal comportamiento no hizo que se lo creyese. Él, que sí podía, empezó a llorar.
Susana los abrazó.

La joven profesora empezaba a tener graves problemas con su conciencia, al fin y al cabo todo había sido culpa suya y de su egoísmo.

Por fin Marcos empezó a moverse; por el momento sólo consiguió parpadear y tiritar; poco después pudo cerrar la boca, tragar saliva y hablar a sus padres quienes, un poco aliviados, le sonrieron y abrazaron más fuerte. Se disponían a llevar a su hijo al médico cuando la oscuridad volvió. El niño gritó y gritó, no podría soportar esa tortura otra vez. Llamó a sus padres una y otra vez hasta que se quedó sin aire y paró de gritar. Se agachó para respirar y cuando levantó la cabeza vio a Montse que se acercaba a él sujetando una vela. Cuando ella llegó a donde se encontraba el chico se agachó y le mostró la vela. No era tal cosa, era un cilindro metálico que, además de desprender luz emitía un pitido cada tres segundos. Lo abrazó y se despidió. Marcos no entendía absolutamente nada. Sólo oyó:

- Te echaré de menos, papá.

Y desaparecieron ella, la oscuridad y el frío.



Cincuenta años más allá Montse lloraba la muerte de su padre, Marcos, junto a su marido y sus dos hijas. La biblioteca escolar, que ahora llevaba su nombre, recibió a amigos, familiares e intelectuales que no podrían olvidar jamás al hombre que dedicó su vida a la creación de la máquina del tiempo, todavía imperfecta.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Cuento 1: La Biblioteca - 4ª parte

Ya ni siquiera le quedaban lágrimas para llorar. Se encontraba atrapado entre la oscuridad y una puerta que no se abria. Una puerta de madera, vieja, desgastada que le producía un extraño calor al tacto.
La angustia interior estaba desaparenciendo; Marcos se había rendido pues no encontraba una manera de evitar lo que parecía inevitable. Con tan sólo ocho años adoptó una respuesta ante la muerte de solemnidad y aceptación; pero la pena por no ver a sus padres nunca más no cesaba. Pensó en lo que iba a echar de menos: las mañanas desayunando en la cocina, los abrazos después del cole, los bocadillos de su padre por la tarde... lo cambiaría todo por no tener que renunciar a su existencia, pero nadie le había dado esa alternativa. Cambiaría definitivamente el curso del tiempo por no tener que perder lo que siempre había tenido, ¡lo cambiaría sin dudar!

Y ese pensamiento trapasó las fronteras de su mente, de lo físico y se fundió con el calor que emanaba detrás de él y que se hizo más poderoso, más intenso. Le estaba quemando la espalda pero supo que no debía separarse y decidió seguir por todos aquellos a los que quería. Sus rostros aparecían mientras el calor, la energía, se transformaba en una luz amarilla que tomaba fuerzas por momentos: sus padres, sus amigos, sus abuelos y, por algún motivo que no conocía, Montse. Enmedio de éste último recuerdo la luz explosionó y lo cubrió todo; ya no quedaba oscuridad, pero estaba cegado y no veía nada; sólo oía, oía pasos acelerados por el pasillo. El silencio había desaparecido en el exterior pero él seguía sin poder moverse, ni siquiera cuando su madre abrió la puerta y lo abrazó.

(Continuará)

sábado, 11 de septiembre de 2010

Cuento 1: La biblioteca - 3ª parte

Al principio Marcos quedó hipnotizado por el espectáculo luminoso que se le presentaba. Miraba maravillado las paredes de la biblioteca, que se tiñeron de un azul oscuro intenso similar al que pinta el cielo cada anochecer al final de la puesta de sol; ese color que él intentaba capturar las noches que sobrevivían al lapsus temporal y que le hacían viajar con la mirada de este a oeste, de la oscuridad total al último suspiro del día.
Tuvo que apartar la mirada de las superficies reflectantes porqué el destello se volvía cegador, pero aún así intentó capturarlo todo, fotografiar hasta el último rincón con su poderosa mente como si intentase saciar un monstruo hambriento que habitase dentro de su pequeña cabeza; el monstruo de la curiosidad.

Tras esos minutos de inmensa satisfacción y felicidad por lo que estaba contemplando, se dio cuenta de que no se oía nada. El mundo exterior había callado.
Esperó un poco más. A cada segundo su angustia iba en aumento y, al cabo de ochenta y tres, no pudo aguantar más toda la tensión acumulada tras semanas de tormento y rompió a llorar.
Se empezó a preguntar si volvería a ver a sus padres, y cómo seguiría allí solo. No quería una vida de ermitaño y el imaginarse a sí mismo anciano, con el cabello revuelto y las uñas largas le hizo sollozar, arrancando los más dolorosos gemidos de su ser.

Aquello fue demasiada tortura para la joven maestra, que salió de su escondite y fue a abrazar a Marcos. Ella también lloraba, pero el niño no lo notó hasta que se separaron. Entonces, cuando vio su cara repleta de lágrimas no pudo evitar preguntarle cómo podía ser que llorase ella, que ya era mayor.
La señorita, con afecto en la mirada, le dijo a Marcos que los adultos también lloran y que, a veces, lo hacían más a menudo que sus propios hijos, pero tenían que esconderse para no entristecerlos.

- Pero esto es un secreto, Marcos. No se lo puedes decir a tus compañeros.

El muchacho no contestó. Pensaba en si volvería a verlos.

- Los verás.

Sus ojos se salieron de las órbitas cuando oyó lo que acababa de decir la maestra. ¡Le había leído el pensamiento!

Cayó desmayado al suelo. Se despertó por sí solo tras largas horas tendido y notó un dolor en la parte trasera de la cabeza, allí donde se había golpeado al caerse. Miró si había sangre. No había; de la misma manera que no había luz azul ni señorita Montse.
Aturdido y pensando que todo había sido un sueño se dirigió a la puerta de la solitaria biblioteca para encontrar a la enfermera. Giró el pomó, y lo volvió a girar. Giraba en la misma dirección sin tener un tope. La puerta no se abria. Le dio patadas pero no funcionó. Gritó, pero el silencio exterior no había formado parte de su imaginación.
Asustado, empezó a girar en torno a su propio eje, buscando una solución que aun desconocía. De repente vio la grieta y fue a ella. La tocó pensando que si volvía el fulgor azul volvería también Montse. Pero no fue así. De la grieta salió oscuridad; un tinte negro humeante recorrió toda la estancia y la recubrió poco a poco ante los ojos de Marcos. Se acechaba y él reculaba, pero las tinieblas lo tenían acorralado. Finalmente quedó de pie con los ojos fuertemente cerrados y la cabeza torcida hacia atrás, esperando un milagro.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Cuento 1: La biblioteca - 2ª parte.

Se pasó allí buena parte de la tarde sin darse cuenta de que el tiempo seguía pasando. Buscaba entre las estanterías algo con qué distrerse, pero en realidad no había nada que fuese de su agrado.
Los cómics le parecían absurdos, más, si cabe, que la propia situación daliniana que afectaba el transcurrir normal del tiempo. Las novelas eran demasiado plúmbeas para su excitado cerebro, que pedía cambios constantemente. Tampoco le apetecía estudiar las materias que había dado en clase; se las sabía y no quería darle más vueltas.

Se pasaba allí horas inventando situaciones, esperando que las horas sucediesen a los minutos hasta que estos sumasen los doscientos que faltaban para la llegada de sus padres. Lo pasaba bien, pero aunque el tiempo se normalizase en esa sala, todo empezaba a parecerle repetitivo.
Tan cansado estaba de su rutina casi diaria que empezó a actuar como un niño especial: dando vueltas en la sala con la mano derecha apoyada en el tabique con la mente casi en blanco.

Él no lo sabía, pero su actividad estaba siendo vigilada por su maestra, la señorita Montse, que se agobiaba cada vez que el muchacho pasaba cerca de la grieta y tenía que contener un respingo para no delatar su presencia.
Pero al final tuvo que pasar. Después de incontables vueltas la mano de Marcos tocó la brecha que había en la pared contigua a la puerta de entrada y de esta emanó una luz azul que lo envolvió todo. Todo aquello que había dentro de la biblioteca, pues el resto del mundo cayó en la oscuridad más absoluta y el tiempo se paró definitivamente para aquellos que no se encontraban entre aquellas cuatro viejas y mágicas paredes.

lunes, 2 de agosto de 2010

Cuento 1: La biblioteca - 1ª parte.

Los lugares atrapan la mente; todos hemos vivido esa sensación de lividez cuando nos vemos rodeados por un paisaje o unos muros desconocidos e inmensos. Pero... a veces también atrapan nuestros cuerpos. Y eso es lo que le pasó a Marcos.

Se hallaba esperando a sus padres una tarde lluviosa de octubre. Por decimotercera vez en diez días llegaban tarde a recoger a su hijo.
Su joven profesora sentía lástima por él, pero no se atrevía a hablarle por miedo de hacerle ver lo desgraciado que era. Marcos era un niño extraordinario, un niño que se sabía consolar y enseñar a sí mismo y que sabía ver el mundo como nadie lo hacía. Como ella sabía.
Y por eso él se fue por vigesimocuarta vez a la biblioteca mientras esperaba a sus padres.
¿Hay algo que falla en esta historia? ¿Que la cuenta de los sucesos no encajan con los días en que transucurren? Cierto. En un mundo normal. Pero nada era normal.

Nadie se había dado cuenta, excepto Marcos, de que el tiempo no cesaba de dilatarse y contraerse. Los acontecimientos se sucedían en bucles y luego retornaban al punto inicial para saltar varios días hacia delante.
Él ya estaba acostumbrado, así que dejaba transcurrir el tiempo, aburrido y resignado de las repeticiones y ansioso de vivir nuevos días.

Ese día estaba siendo exactamente igual que el penúltimo, en el que su maestra le riñó por pegar a un compañero; luego éste se rió de sus dientes desiguales a la hora del patio. Después de llorar y secarse las lágrimas le empujó y ambos acabaron en el despacho del director. Tras la diplomacia del gerente de la escuela los niños acabaron jugando juntos hasta el final del día. Y Marcos tuvo que esperar de nuevo a sus padres, que llegarían tres horas y diez minutos más tarde con la mala notícia de su divorcio.

Y como sabía todo esto volvió a la biblioteca.

Había algo en ese lugar que atraía al niño tarde sí y tarde también. No era especialmente estudioso. No le gustaba leer. Pero amaba esa biblioteca.

La razón: era el único sitio del mundo que seguía el curso normal del tiempo. Cada día era una nueva experiencia.

miércoles, 28 de julio de 2010

Es racionalismo, NO nacionalismo

Lo que me ha llevado a encender el router y conectarme al blog ha sido la decisión del Parlament de Catalunya de prohibir las corridas de toros en ésta comunidad.
Tal y como he empezado a escribir puede parecer que me cabrea la decisión...pero nada más lejos; estoy muy contenta, ya que yo he sido una de las cientos de miles de firmas que se presentaron que promovió la plataforma Prou! y que, si mal no recuerdo, empezó hace tres años. El problema es que este tema sirve de excusa barata para criticar a Catalunya y ya se están empezando a organizar boicots contra nosotros. Y no contentos con esto, el PP ya planea una estrategia para anular la decisión del pueblo catalán (creo que estoy teniendo un dejà vu ahora mismito, esto me suena) y de su Parlament (¿seguro que no he viajado al pasado? esto ya lo he vivido no hace mucho) alegando que esto atenta contra la libertad de cada uno, aunque no menciona el derecho de vida y muerte digna del pobre animal, obviamente. ¿Y qué decir de la libertad de una parte del pueblo español a decidir cómo quiere que sean sus fiestas? ¿Nos van a imponer las tradiciones, que, en teoría siempre deben salir de las constumbres del pueblo?
Realmente, con todo esto en mi cabeza, no me parecen obvios ni lógicos los argumentos de los contrarios a la prohibición. La gente ha hablado. La mayoría ha decidido. Los tan declarados amantes y defensores de la democracia y la Constitución española deben ser los primeros en acatar la decisión, puesto que nuestras leyes nos otorgan el poder de decisión y ya lo hemos hecho, le pese a quien le pese.

Y ya voy al último punto que me ha traído a abrir la tapa del portátil: los que relacionan la ley antitaurina con el independentismo catalán. Bien, a ellos va este mensaje:
SÓLO SE HA PROHIBIDO EN CATALUNYA PORQUE NO SE PODÍA, POR EL MOMENTO, ABARCAR MÁS TERRITORIOS; POR NOSOTROS SE PROHIBIRÍA EN TODA ESPAÑA Y EN TODO EL MUNDO, NO SE TRATA DE SEPARARNOS DE ESPAÑA, SE TRATA DE NO SENTIR VERGÜENZA DE NOSOTROS MISMOS; SE TRATA DE DEJAR ATRÁS NUESTRA BARBARIE Y AVANZAR HACIA UN PAÍS MÁS ÍNTEGRO E INTELIGENTE, MENOS BÁRBARO...

Si quieren continuar su boicot, adelante, pero no intenten engañar a nadie. Nadie desea más que ustedes que Catalunya salga de España. Por lo menos es lo que demuestran.

* Entrada que también puede verse en http://rincondelaexpresion.blogspot.com/2010/07/es-racionalismo-no-nacionalismo.html